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El Tribunal del Santo Oficio y su sistema opresivo en America: Herejia, sodomia y brujeria en Santo Domingo, Puerto Rico y Cartagena de Indias en tres novelas latinoamericanas
Su desquiebro moral cala hondo en la conciencia de Martín Lutero, monje que se escandalizó por las sinvergüencerías vaticanas y los espantos de la Prostituta, apodo de los Borgias en Roma.2 La Inquisición se reglamentó para América en los albores de la conquista, aún a pesar de que a finales del sig...
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Published in: | Revista de crítica literaria latinoamericana 1999-01, Vol.25 (49), p.119-141 |
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Main Author: | |
Format: | Article |
Language: | eng ; spa |
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Summary: | Su desquiebro moral cala hondo en la conciencia de Martín Lutero, monje que se escandalizó por las sinvergüencerías vaticanas y los espantos de la Prostituta, apodo de los Borgias en Roma.2 La Inquisición se reglamentó para América en los albores de la conquista, aún a pesar de que a finales del siglo XV y a comienzos del XVI carecían las Indias de una población cuantiosa y de unos recursos financieros seguros para impulsar un tribunal inquisitorial. La fecha de esa autorización data de 1512, cuando el primer obispo americano, fray Alonso Manso, arriba a Puerto Rico.4 Más tarde, en 1519, Alonso Manrique, Inquisidor General de España, nombró a Manso juntamente con fray Pedro de Córdova, primer viceprovincial de la orden de Santo Domingo en las Indias, "por inquisidores apostólicos en todas las ciudades, villas y lugares de ellas e islas del Mar Océano, dándoles a la vez facultades para nombrar notario, alguacil, fiscal y los otros oficiales que fuesen necesarios para el ejercicio del Santo Oficio".5 Pero bien, el arranque oficial del Tribunal en América lo aconseja la Junta de 1568, la que se fundamenta en una cédula real de Felipe II del 25 de enero de 1569. Puntualiza Moya Pons que "ya para el 1577 el negocio del contrabando era la base de la economía de la banda Norte y había conformado incluso una mentalidad y una ética social muy diferente a la de los pobladores de la ciudad de Santo Domingo, que respondían más a los intereses de la burocracia real de la cual dependian, que a los de aquellos cuyas existencias estaban ligadas directamente a la producción de frutos de la tierra".7 Prosigue el historiador con argumentes tajantes contra la peligrosidad religiosa: "el contrabando empezó a ser también como una via de penetración de ideales religiosos y lealtades políticas ajenas al pueblo y a la corona espanolas que por su propia función en la vida europea resultaban enormemente subversivas y decididamente antiespanolas y anticatólicas".8 Se iba recrudeciendo el miedo a los contactos ideológicos y los conatos de rebeldía religiosa que ese intercambio propiciaba. Mas aun, su fantasia onirica de "un auto de fe solemne y apostolico", manifiesta un ideal que no se concretizó en Santo Domingo, porque al Tribunal del Santo Oficio lo afligía una estructura desarticulada. |
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ISSN: | 0252-8843 |
DOI: | 10.2307/4531030 |